De Miami a Boston, RECALCULANDO 

Sala de lectura de la Biblioteca de Boston

10:58 de la mañana del domingo.

Suena el teléfono mientras estoy preparando los crèpes del desayuno,  H24, observo en la pantalla. Voy a cogerlo, mi vuelo de hoy no tenía comandante asignado ayer por la noche, puede ser que me lo cancelen. 

«Buenos días Lucía, gracias  por coger el teléfono. Mira, tienes un Miami esta tarde pero hemos cambiado el tipo de avión del Boston a un 350 y no tenemos copiloto de imaginaria que pueda volar 350. ¿Te importaría cambiar la línea y hacer el Boston? Tendrías que firmar en una hora, tranquila que ya sabemos que llegarías tarde, llegas el miércoles en vez de el martes. Te esperarán en el avión.» 

Mi cabeza empieza a hacer un Excel imaginario lleno de columnas con sumas y restas de todas las nuevas variables. 

*Llego un día más tarde pero a primera hora de la mañana, suma. 

*Vuelo con un capi majo, suma. 

*¡¡¡Hace más de cinco años que no voy a Boston!!! ¡¡¡Qué ilusión!!! Suma, o mejor ¡multiplica!

*Es un día más de línea. Resta, estoy un día más fuera de casa pero suma porque es más relajado tener un día libre en el destino y si es Boston, pues mucho mejor. 

*Resta, tengo la comida de pilotas el mismo día que llego.

*Resta, después de la comida tengo la audición de chelo del cachorro mayor, estaré fundida y no habré podido practicar antes con él.

*Suma, es un día más de dieta.

*Resta, es Boston y me lo gasto seguro. 

*Suma, evito que se cancele el vuelo. 

*Resta, tampoco estoy para los exámenes finales.  

*Resta, los cachorros se quedan una noche más solos pero suma porque viene la abuela a casa, eso multiplica. 

*Resta, no puedo llevar a vacunar al cachorro mayor el martes, menos mal que puede venir mi madre. 

*Suma, porque puedo comprar en Create & Barrell los platos que se me han roto de la vajilla. Sí, los que volamos hacemos estas cosas tan absurdas,  nos compramos la vajilla y las sábanas de la cama en Boston, por ejemplo. 

*Suma, puedo ir a preguntar por las becas para cursos de verano en Berklee (estará todo en  la web pero me hace ilusión)

RECALCULANDO… 🔁

«Sí,  sí, me voy a Boston, contad conmigo.» (Siento que estoy salvando la compañía…)

Se lo explico al cachorro mayor deprisa y corriendo, está estudiando en el salón y me ha pedido que le lleve los crèpes a la mesa. Va a ser que no. 

Despierto al cachorro menor y se lo explico despacito pero no entiende nada, dice que no quiere crèpes y que le deje un ratito más. Claro, anoche nos quedamos viendo Gladiator hasta las tantas. 

Café Nero

12:06 Llamo a mi vecina Silvia y le pregunto si puedo pasarle un cachorro o dos a desayunar a su casa, me dice que por supuesto. Le paso a un niño y el recipiente con la masa de los crepes recién preparada. 

Le digo a Mauro, nuestro vecino del uno, con síndrome de Dawn, que está jugando al baloncesto en nuestra canasta, que tiene que irse a casa que ya no puedo invitarle a desayunar que me tengo que ir a volar. Sonríe y me da un beso. 

Recorro la casa a toda velocidad recogiendo ropa del tendedero, y del cesto de la plancha, reconfiguro la maleta que ya tenía medio hecha para Miami. No sé ni lo que he metido, pasaré frío, fijo. 

Me ducho todo lo rápido que puedo y salgo de casa con el pelo mojado, el cinturón en la mano, sin galones, la corbata también en la mano, los labios sin pintar y con la ropa asomando por fuera de la maleta cerrada, como en los dibujos animados. 

Me despido de los cachorros que están en casa de mi vecina desayunando y que se deben quedar pensando … mi madre lleva una vida de locos. 

Sarita, mi vecina de 7 años, me despide con su habitual felicidad y un ¡¡¡pero qué guapa vas!!! ¡¡¡Y qué bien te quedan los pantalones!!! Y yo que voy a medio vestir y sin peinar me quedo tan contenta. 

Camino al aeropuerto llamo a mi madre – mami que me voy antes y vengo más tarde, te quiero. 

Llamo a Aziza que está trabajando en otra casa para decirle que los cachorros están solos que venga entes. 

Llamo a mi amiga Mely con la que había quedado para tomar un café en el aeropuerto, cancelo.

Llamo a mi amor. 

Llamo al comandante que me había pedido un transportín para un familiar. 

Llamo a mi padre. 

Llamo a H24 para decir que voy de camino que me voy directamente al avión, que me manden una furgoneta al filtro de la Guardia Civil. 

Y mientras tanto me voy poniendo la corbata, el cinturón y los galones. Ya casi estoy, solo me falta pintarme los labios pero eso lo hago cuando aparque que si no, me salgo. 

Mando un mensaje a mis amigas que están de vacaciones todas juntas en Alicante en un casa de ensueño a pie de playa. ¡Qué envidia más sana…! 

En el avión me reciben como al mesías salvador. Preparamos todo, nos sobra tiempo, ¡vamos a salir en hora! Sube la coordinadora y nos dice que están buscando la maleta de un pasajero que no sabe cómo ha volado sin billete desde otro país hasta aquí. Nos miramos incrédulos, da igual los años que lleve volando, siempre pasa algo nuevo. Buscamos la maleta, la bajamos. Se rompe el tractor de remolque, pedimos otro. La torre nos presiona para salir en hora o perderemos el slot. 

Llamo a los cachorros para asegurarme que Aziza, ha llegado a casa. Hoy les he dejado el solomillo que traje ayer de Bogotá. (Sí, los que volamos hacemos esas cosas, compramos la carne en Bogotá.) Las penas,  con solomillo, son menos penas, pienso… 

Seis horas cuarenta y cinco de vuelo. Ná. Vamos mangados. 48 toneladas de combustible, ¡qué poco consume este avión! Me encanta eso de subirme a 40.000 pies nada más despegar y ponerme a Mach .85.  Va a ser el primer día que vuelo todo el Atlántico subida durante la ruta entera en el mismo paralelo, el 44 Norte, evitamos el espacio aéreo de Shanwich, que siempre es recomendable porque nunca sabes por dónde van a salir los británicos. 

13:45 cerramos puertas y llamo a la torre. «Barajas, Iberia 6165 HEAVY (decir heavy me encanta), listo turbinas para Boston, (por fin).  

Escalinata de entrada a la Biblioteca de Boston

A las dos horas de vuelo se pone un pasajero enfermo, es un joven americano que ha tomado drogas la noche anterior. Le atiende un médico a bordo, esperemos que sólo sea un susto y nada más, no quiero tener que meterme en el aeropuerto de Lajes.

¿Veremos la Isla de Sable? Mmm… ojalá… 

La tripulación viene a saludarme cariñosa durante el vuelo, en forma de goteo y el comandante hace que se pone celoso… ¿solo venís a ver a Lucía? Cada vez siento de manera más clara que esto es otra familia. No la que te viene dada, ni la que eliges y cultivas que son los amigos sino otra clase de familia que se forma con los años, las experiencias compartidas y el sentido común de pertenencia y amor a una profesión tan especial como esta. 

Sigo buscando la Isla de Sable pero nada… me esquiva. No me sé las coordenadas y sería como encontrar eso, una isla desierta en medio del Atlántico, pero es que siempre han gustado las causas perdidas. 

El jovencito vomitón sigue controlado. Si empeorara, ya podríamos llegar a un aeropuerto de la costa canadiense, Halifax. 

Ojalá nos den la aproximación Light Visual a la pista 33 L, se apoya en dos faros situados en el mar. Otra causa perdida. 

Me lo temía, a pocas millas de iniciar la aproximación nos cambian la pista, 04R, RECALCULANDO 🔁

El nuevo hotel es precioso… de esos que tienen sabor, con lámparas antiguas de cristal, alfombras de lana, sillones chester, madera y paredes enteladas. Podría bailar tango en la habitación, de lo grande que es. 

Ducha y a la calle vestida como un espantapájaros. Once grados. Me pongo toda la ropa de abrigo que traigo encima. 

Bar Cheers de la calle Beacon

00:00 Quedamos en Cheers, que son las 18.00 en Boston. Yo se que es una turistada pero me encantan los bares apretados, qué le voy a hacer.

Amanezco después de dormir once horas, los caminos del sueño son insondables, pienso. Hay días que me despierto de madrugada y días que bato récords. 

El espantapájaros se echa a las calles, pero es festivo nacional en Estados Unidos y me encuentro la biblioteca cerrada, el luthier donde quiero comprarle el arco del chelo al cachorro mayor, cerrado y Berklee cerrada. 

Pero la vida me compensa con una maravilla de cafetería abierta: Café Nero. Hay jazz y libros poblando las estanterías y una chimenea para el invierno y un piano y chelos ajados llenos de historia colgando de las paredes y un suelo de gruesos tablones de madera. Las mesas están llenas de estudiantes concentrados. No quiero salir de aquí en un buen rato… 

… hasta que me alquilo una bici para ir a Harvard, me encanta pasear por el campus. 

Puerta de acceso al campus de Harvard

Todo en esta ciudad es bonito. Los edificios de ladrillo rojo y carpinterías de forja negra, los jardines tan pulcros, tan cuidados, las tiendas, hasta las floristerías tienen un encanto que me roba el alma.  

Mañana más… 

Ocho horas de sueño. Después del desayuno-comida-merienda que me he metido para el cuerpo, me dirijo a la biblioteca de la ciudad. 

Es la más antigua y la más grande del país. Tan bonita como la de Nueva York y con una bóveda del famoso Guastavino, el constructor valenciano que patentó un sistema de construcción de bóvedas de ladrillo y triunfó a finales del siglo diecinueve haciendo más de 100 edificios por grandes ciudades de Estados Unidos. El arquitecto de Nueva York se le llegó a llamar.

En la biblioteca de Boston puedes celebrar el banquete de tu boda en la sala de Guastavino, protegida por una de sus bóvedas y escoltada por libros y bajar arrastrando el vestido de novia por la imponente escalinata del  vestíbulo. Igual así sí soy capaz de pronunciar de nuevo alguna vez «Si Quiero«. 

Espero pacientemente a que abran la sala de mapas. Me encantan los horarios de esta ciudad, de señores.  El luthier abre a las 12:00, la sala de mapas a las 11:00. Madrugar es una ordinariez, lo dicen en Boston. 

Sala Guastavino en la Biblioteca de Boston

Lástima que no sea jueves, veo que ese día hay jazz en la  South Church de la calle Boylston. 

Han cerrado Create & Barrell así que no puedo reponer mis platos pero al menos ha servido para que  la terraza de Atlantic Fish, que está al lado y es mi lugar favorito para comer en la cuidad, sea más grande. 

El luthier me hace esperar, me pide que vuelva en una hora ya que solo atiende con cita previa. A la hora vuelvo y sigue atendiendo a un padre y un hijo japonés. Me pide que espere otros cinco minutos más. A este hombre no le gusta trabajar deprisa. 

Le explico lo que quiero y abre un estuche con arcos, los maneja como si fueran collares de diamantes. no em deja tocarlos, hay de diferentes maderas, durezas y precios. Descarto los de miles de dólares, descarto los chinos, descarto los de fibra de carbono y me quedo con un arco de un tal W.Seifert que tuvo cierta fama en los años setenta, es lo que me puedo permitir. El arco de mi cachorro tiene los mismos años que su madre. 

Me siento como si estuviera eligiendo varita en la tienda de Olivander del Callejón Diagon. La magia está por todas partes…

De vuelta al hotel paso por Berklee que está abierta hoy. Justo es el día que reciben a los estudiantes del programa de cuerda de verano. Pregunto por  las becas, los cursos, los programas de verano y ya visualizo  a mi cachorro con su flamante arco y su chelo de cuatro cuartos caminando por las calles de Boston. Ya puedo ir ahorrando…

Ojalá se alineen los planetas porque de todo lo demás, que no sea suerte,  ya me encargo yo.

En la furgoneta de camino al aeropuerto suena Softly… As I leave you de Frank Sinatra, no está nada mal para despedirme de Nueva Inglaterra.  

Despegamos hacia el mar y se agradece no salir al límite de peso y no tener que esquivar volcanes, montañas o tormentas…  

… Ya es miércoles, en seis horas veinte, el arco y el espantapájaros, llegamos a casa.

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