Patinando Viena 

Sentada en el diván de mi habitación, muy al estilo Freud, veo la nieve danzar tras la ventana.

La nieve en Viena no cae, baila, al son de Strauss, suavemente llevada por el viento, iluminada por los focos de la fachada cual prima ballerina en la noche del estreno.

Me cuesta elegir, hay mucho que ver y hacer en esta ciudad de cuento, todo me apetece: museos, paseos, parques, palacios, conciertos.

Exposición de Kokoschka en el Leopold Museum junto a las sugerentes mujeres de Egon Shiele, Klimt y sus ensueños o los enigmáticos retratos eternos de Lucian Freud. ¡Qué tentación!

Me aconsejan el cementerio Zentral Friedhof donde descansan a pocos centímetros unos de otros: Johan Strauss y sus tres hijos Johan, Joshep y Eduard, Johanes Brahms, Franz Shubert y el grande entre los grandes Ludvig Van Beethoven. Lo guardo para otro día.

Por no mencionar el Palacio Imperial, el Palacio de Invierno, la Escuela de Caballos y sus jardines a cual más majestuoso, que aguardan en paciente espera a ser visitados.

Pero me encuentro en la tripulación a una VIKINGA PELIRROJA que identifico como de mi misma TRIBU que enseguida me lanza el anzuelo del patinaje sobre hielo. Y PICO.

Hace años que no patinamos las dos pero confiamos en aquello de quien tuvo retuvo y allá que vamos, a bailar bajo los copos cayendo entre la espectacular ópera y el imponente ayuntamiento.

El sonido del los patines crujiendo en el hielo me recuerda a mi juventud, cuando me pasaba horas en la pista de hielo junto a mi casa. Aprendí a patinar sola, en una esquinita mientras repetía casi a escondidas los movimientos que veía en las clases a las que yo no asistía. Horas y horas, días y días, sola, calladita, hasta que aprendí a ir hacia atrás, a patinar en círculo, a hacer pequeños saltos y a hacer lo que yo había bautizado como El Ángel, poner los brazos en cruz y levantar una pierna hacia atrás formando un ángulo de noventa grados con la pista.

Dos horas y un Glühwein después, LA VIKINGA y yo rememoramos nuestras juveniles habilidades celebrando los DIEZ BAJO CERO y la nevada al son de Billy Jean y poco a poco nos vamos soltando hasta que algo remotamente parecido a lo que en su día fue digno, surge de nuestros patines entumecidos.

Nos tomamos otro vino caliente a ver si se nos sueltan un poco más los músculos (al Apfelstrudel no me puedo resistir) en un acogedor ambiente de aprés-ski pero lo que sucede es que se nos suelta la lengua y LA VIKINGA me explica , entre otras cosas, por qué las pelirrojas son tan guerreras: son las descendientes de aquellas que no quemaron en la hoguera.

Después de unas cuantas confidencias en la cabaña de madera con el olor a canela entrando por los poros y el calor de chimenea, escuchando cantos tiroleses, decidimos unánimemente poner fin a nuestra danza bajo la nieve.

Una paradita en el hotel para entrar en calor y me dirijo al concierto de Mozart y Strauss cruzando la calle, en el Conzert Hall.

Un piano, tres violines, un violonchelo, un contrabajo, una flauta travesera, un clarinete, un «percu» como los llama mi hermana, que es músico (sabe de lo que habla ) y el concertino haciendo de director de orquesta, bajo la atenta mirada de las arañas de cristal de bohemia,  es el escenario de la representación.

Dos horas de piezas famosas mientras los músicos se miran cómplices ( me encanta cómo se miran los músicos ) disfrutan, sonríen marcando las entradas y las pausas hasta la despedida cómo no, con la Marcha Radetzky, que aplaudimos con entusiasmo los japoneses, los rusos y yo, a bastante buen ritmo siguiendo las ligeras instrucciones que el contrabajista nos hace con su mano izquierda en el mástil, soñando todos, que quizá algún día podamos escucharla en directo, el día de año nuevo, vestidos de pajarita y tul.

Los ojos se me cierran despacio, mirando los copos brillar al son del vals tras las finas cortinas de mi habitación, mientras escucho los acordes de Ice Dance en mi reproductor.

El otro día me acosté tanguera y me levanté guerrera, me pregunto cómo será mañana después de una noche patinando en Viena a ritmo de Vals…..Ya me estoy temiendo las agujetas.

2 comentarios sobre “Patinando Viena 

Agrega el tuyo

  1. Mmm… He olido la canela, mientras notaba en una mejilla el calor de la estufa y en la otra los copos de nieve derritiéndose helados, con una luz pelirroja… Fantástico!

    Le gusta a 1 persona

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com.

Subir ↑

Las Claves de Sol

Ladies, it´s time to fly

Koratai

Literatura japonesa y de otras latitudes

A %d blogueros les gusta esto: